No me toquen ese valse
(1990)

Creación colectiva de Yuyachkani
Concepto y Dirección: Miguel Rubio Zapata
En Escena: Rebeca Ralli y Julián Vargas
Producción: Socorro Naveda

No me toquen ese valse expresa de alguna manera el desconcierto de los 90 en Perú. Abre un espacio a la subjetividad y da una mirada a la condición del artista en tiempos violentos.

Espectáculo fraccionado compuesto de una sucesión de canciones y textos que nos acerca a la vida de dos artista muertos que retornan al escenario a dar cuenta de sus vivencias.

Tengo la impresión que nosotros como grupo hemos andado la misma ruta a la ciudad que han hecho nuestros personajes, primero con la distancia de los que podría ser Lima para un migrante hasta la asunción de nuestra propia realidad circundante.

Nuestra propuesta teatral ha partido desde una mirada distinta de la  ciudad, en la que ahora incluimos el nosotros y no sólo el ellos.

Hace algún tiempo Magali Muguercia (acuciosa investigadora del teatro latino americano) advertía sobre una constante en el teatro latino americano que ella llamaba “el viaje al interior del individuo”; nuevas rutas, nuevos caminos avizoraban una renovación del discurso escénico, donde era cada vez más evidente la presencia del individuo con sus sueños y conflictos incorporados a las propuestas dramatúrgicas cada vez más complejas y más lejanas del discurso político explícito. A grandes riesgos pienso que ese podría ser el marco referencial de No me toquen ese  valse, cuyas inquietudes se remontan a las lecturas que a propósito de “Encuentro de zorros” hicimos en el grupo, de León Felipe. Rebeca fue la que asumió el estudio minucioso de la obra del poeta, cuyo paso por el proceso de acumulación en Zorros apenas quedó en un pequeño texto del loco, personaje de la carreta que encarnaba Rebeca, quien continuó trabajando sobre la obra del poeta español; fue a partir de ese momento que nació la idea de hacer un trabajo con esos poemas, dichos y cantados quizás por el loco de la carreta.

Este ha sido un proceso largo, caótico, desordenado e interrumpido, su característica ha sido la discontinuidad. Pienso que parte del actual proceso del grupo pasa por el aprender a dar espacios a inquietudes de trabajos individuales, cuyo espacio orgánico al interior de la dinámica del grupo recién vemos aparecer. Tiempo después descartamos al personaje de Zorros como articulador de los textos de León Felipe. Aquí empezamos a alejarnos del texto y trabajar más bien sobre las imágenes de los poemas; encontramos un eje conductor a partir de las vivencias del poeta en la situación de la guerra civil española y encontrábamos texturas y situaciones que nos acercaban a la violencia que impregnaba en nuestro país. Rebeca con el apoyo musical de Julián empieza a poner música a algunos poemas, entonces eran dos cantores que buscaban al poeta dentro del público, con una pequeña casita a cuestas (un farolito en forma de casa).

Durante tiempo siguieron explorando, trabajando corporalmente con sillas y mesas; encontramos una situación más precisa; los cantores se habían quedado encerrados en un bar en el centro de Lima bombardeado por la guerra. Ese era el escenario.

Ese nuevo espacio escénico nos proponía imágenes más precisa y la posibilidad de incluir testimonios y vivencias personales de los actores. Ya no era León Felipe el motivo, sino la situación de violencia en la ciudad. Teníamos mucho material, también de otros poetas y canciones que nos parecían apropiadas, nos seguíamos sumergiendo en un caos de situaciones que posteriormente encuentras un “orden” en una anécdota que proponemos: “dos cantantes muertos, no se sabe como, regresan al bar donde actuaban como una aparición a los parroquianos, que en medio del efecto del trago evocan sus presencias, la gente los ve o cree verlos y va de vez en cuando al bar a esperarlos”.

El develamiento de la fábula no es lo más importante sino la atmósfera que se intenta a través de las situaciones que provocan sus presencias; para lograrlo trabajamos tejiendo los materiales con énfasis en el ritmo, el cambio de situaciones, la simultaneidad de las acciones, la precisión, el silencio, la mirada, la condensación del movimiento, la quietud, la inmovilidad; buscamos crear algo cercano a una fábula ocurrencial, no lógica pero donde sin embargo, algo ocurre.

(De “Notas sobre los Trabajos”, marzo 1991 Miguel Rubio Zapata)

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